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"Ese es tu problema, Lhikan. Siempre siguiendo las reglas. Siempre preocupándote por otros. ¿Alguna vez pensaste si podríamos hacer más bien si dejáramos de preocuparnos tanto de quién podría salir lastimado en el proceso?"
Tuyet

The many deaths of toa tuyet

Las Muchas Muertes de Toa Tuyet es una historia publicada en 2007 por el autor de libros de BIONICLE Greg Farshtey, dedicado con respeto a Dashiell Hammett y David V. Reed, exclusivamente para BZPower.


Lhikan, Toa del Fuego, se mantuvo en silencio en la creciente oscuridad. A su alrededor se había formado una pequeña multitud de Matoran, murmurando entre sí en tono sorprendido. Podía imaginar el shock y el horror que sentían – después de todo, él también lo estaba sintiendo.

“¿Cómo puede haber pasado? Ta-Metru tiene tantos guardias…” murmuró.

“A veces, los caminos de Mata Nui son, ciertamente, un misterio,” dijo Turaga Dume. “Ya le he pedido a Jaller que investigue el accidente.”

Lhikan se arrodilló junto al tieso y arruinado cuerpo del Ta-Matoran. Estaba tendido donde había caído después de que un contenedor de protodermis fundida inexplicablemente se volteara y derramara sus ardientes contenidos sobre él. Era una horrible forma de morir.

“Saquen a los aldeanos de aquí,” dijo Lhikan a Dume. “El área podría no ser segura. Apenas Nidhiki regrese –”

“Ya regresé.” El Toa de Aire aterrizó con suavidad junto a su camarada. “Examiné el contenedor, el cable, y los conectores, como lo pediste. Es increíble lo… pequeños que se ven todos desde allá arriba.”

“¿Qué encontraste?” Dijo Lhikan, impaciente.

“Alguien se metió con los conectores,” respondió Nidhiki. “Quien lo haya hecho ni siquiera intentó hacerlo parecer un accidente. Esto fue un asesinato, Lhikan.”

Al oír la palabra, los Vahki Nuurakh se acercaron. Era tarea de estos mecanoides el reforzar el orden en la ciudad, una tarea que cumplían con frialdad y eficiencia. Nidhiki los miró con un total disgusto e hizo a uno a un lado.

“Retrocedan,” gruñó. “Él solía ser un ser viviente. Ustedes no entenderían eso.”

Lhikan estiró el brazo y giró el cuerpo cautelosamente. Su vista fue atraída inmediatamente a una pequeña tableta de piedra que había estado bajo el cadáver. En ella estaban escritas dos palabras en el lenguaje de los Matoran:“Toa Tuyet.”

* * *

“No tengo idea,” dijo Tuyet, Toa de Agua. “Ni siquiera conozco a ningún Ta-Matoran.”

“Bueno, eso es comprensible,” dijo Nidhiki. “No son los más interesantes del montón.”

“Piensa,” dijo Lhikan. “¿Estás segura de que nunca lo viste? ¿Podría haber estado trayéndote un mensaje?”

Tuyet negó con la cabeza. “Lo siento. No lo sé. Ni siquiera he dejado Ga-Metru en días, ni menos ido al otro lado de la ciudad. He estado ayudando a Nokama en algunas mejoras en los laboratorios.”

“Muy bien,” dijo Lhikan. “Con los otros Toa lejos en misiones, sólo quedamos nosotros tres para proteger la ciudad. Así que ten cuidado y mantente alerta. Alguien mató a ese Matoran y no podemos permitir que pase de nuevo.”

Más tarde, Nidhiki y Lhikan caminaban hacia la estación de rampas. Obviamente el Toa de Fuego no quería hablar, pero eso nunca había detenido a Nidhiki antes.

“Así que Matoran asesinos,” dijo el Toa de Aire. “Eso debería animar las cosas.”

“No hay nada de divertido en esto.”

“Sí que lo hay, intrépido líder,” dijo Nidhiki. “Por ejemplo, un brillante Toa de Fuego pasando por alto lo obvio – eso es bastante divertido.”

“¿De qué estás hablando?”

“Bien, digamos que se trata de un mensaje para Tuyet. ¿Y si la tableta es sólo una parte del mensaje?”

“¿Una parte? ¿Entonces dónde está la otra parte?”

Nidhiki sonrió con amargura. “Está tirado en una losa en Ta-Metru, Lhikan, y está muy, muy muerto.”

* * *

Kongu estaba atrasado. Debería haber estado en su estación hacía media hora para relevar al controlador nocturno del flujo de rampas. Como resultado, estaba tan apurado que no notó que había algo en el camino hasta que tropezó con ello. Se puso de pie, gruñendo y sacudiéndose. ¿Quién dejaría algo tirado así en la calle, donde podía ser peligroso? Tenía unas cuantas cosas de las que quejarse con los Vahki. Entonces se detuvo. Tras su máscara, sus ojos se abrieron de par en par. Los primeros rayos de luz del amanecer habían iluminado al objeto del camino, y Kongu pudo ver lo que era: un Le-Matoran muerto, con la máscara destrozada por una caída. En su mano tenía aferrada una tableta de piedra en la que se leía “Toa Tuyet.”

* * *

Una corta investigación de parte de Lhikan y Nidhiki reveló que los cables en los que el Le-Matoran había estado trabajando habían sido cortados. Si las noticias de un asesinato perturbaban a la población de Metru Nui, el saber de un segundo los hizo entrar en pánico. Los Vahki operaban sin detenerse para mantener a los residentes trabajando en vez de escondidos dentro de sus casas.

Dejando a Nidhiki para que buscara cualquier otra pista, Lhikan viajó a Ga-Metru. Tuyet no estaba en el Gran Templo ni en la escuela de Nokama y no se la había visto en todo el día. Las piedraluces de su hogar habían sido apagadas, pero un poco de oscuridad nunca había detenido a Lhikan. Abriendo la puerta, invocó una llama para iluminar la residencia.

La súbita luz sorprendió a Tuyet. Había estado de pie junto al muro trasero, mirando por la ventana, perdida en sus pensamientos. Cuando vio a Lhikan, se relajó, aunque no mucho.

“Debería haber estado esperándote,” dijo.

Lhikan asintió. “Ha habido otra muerte. Tuyet, sé que no te gusta Nidhiki, así que lo dejé atrás. Tú y yo hemos sido amigos por miles de años. Hemos viajado juntos, luchado juntos, y una vez casi morimos juntos. Si sabes algo sobre qué está pasando, debes decírmelo.”

Tuyet bajó la vista al suelo. Pasó un largo momento antes de que hablara. “Si lo hago… te pondré en peligro. Tal vez lo mejor sería que sólo me marchara de Metru Nui. Cuando lo haga, esto se detendrá.”

Lhikan estiró el brazo y estrechó su mano. “Hace mucho, fui asignado a una torre Toa que estaba siendo atacada por Frostelus. El líder de nuestro equipo me ordenó que abandonara mi puesto para que hubiera un superviviente que advirtiera a otros de lo que había pasado. Yo era joven, un Toa novato, así que acepté. Viví; ellos murieron. Después de eso juré que jamás huiría de nada, nunca. Somos Toa, Tuyet – y los Toa no corren.”

Tuyet miró a Lhikan a los ojos. La expresión tras su Máscara de la Intangibilidad era ilegible. Cuando habló, fue en el paso lento y moderado de una corriente que se dirige al mar.

“¿Haz oído alguna vez de la Piedra Nui? ¿No? Imaginé que al menos habrías oído la leyenda,” dijo. “Si sólo fuera una leyenda…”

“¿Qué es?”

“Todos sabemos de las piedras Toa – casi cualquier roca puede servir como una. Un Toa la toma en su mano y deposita una diminuta porción de su energía dentro. Más tarde, puede ser usada para gatillar la transformación de un Matoran en un Toa. Pero una piedra Toa es pasiva – sólo un receptáculo para la energía Toa. La Piedra Nui es algo más.”

Tuyet invocó una niebla que rodeó la casa para que ningún ojo entrometido pudiera ver a través de las ventanas antes de continuar. “La Piedra Nui es activa, mientras que una piedra Toa es pasiva. No espera a que le des tu energía – la toma. Cuando es activada, absorbe diminutas cantidades de energía de todo Toa en un radio de 3000 kio, tan lenta y seguramente que no es notada hasta que ya es demasiado tarde. Luego la energía puede ser absorbida por un ser vivo – ¿Puedes imaginarlo? ¿Un ser con el poder de docenas, tal vez cientos de Toa, o más?”

“¿Y existe tal cosa?” preguntó Lhikan, sintiendo ya el peligro potencial de un objeto así.

Tuyet asintió. “Sí, pero quienes la fabricaron se dieron cuenta de los riesgos. Sólo hicieron una y se comprometieron a destruirla. Pero antes de que pudieran hacerlo, fue robada – nadie sabe por quién. Fue pasada de mano en mano por milenios, sin que nadie jamás comprendiera qué era ni lo que podía hacer… sólo que era poderosa, y por lo tanto, valiosa. Finalmente, en algún punto del pasado reciente, terminó en mi isla nativa… o eso dicen.”

“¿Qué tiene que ver esto con dos Matoran muertos y tabletas con tu nombre?” preguntó Lhikan.

“Poco después de que abandoné mi hogar para ayudarte a ti y a los otros a luchar contra el Dragón Kanohi, un equipo de Cazadores Oscuros invadió mi isla. Estaban buscando la Piedra Nui. Como no pudieron encontrarla, asumieron que la había traído conmigo para protegerla.”

“¿Y lo hiciste?”

“¡No!” respondió Tuyet. “Si alguna vez hubiera tenido la maldita cosa en mis manos, la habría hecho polvo.”

“Pero los Cazadores Oscuros creen que tú la tienes.”

“Me enviaron un mensaje,” dijo Tuyet. “Amenazaron al Turaga y a los Matoran de mi isla. Me dieron siete días para entregar la piedra a sus agentes, y prometieron que me ayudarían a llevar la cuenta de los días. Estas muertes… esos enfermos, malvados – ¡Ésta es su cuenta regresiva, Lhikan!”

* * *

Toa Nidhiki esquivó un golpe duro como una roca del Cazador Oscuro llamado Devastador. No fue lo suficientemente rápido para esquivar el siguiente, que lo mandó a volar 6 metros por el aire hasta estrellarse contra una pila de equipamiento.

Nidhiki había estado feliz al oír las noticias de Lhikan de que los Cazadores Oscuros se habían infiltrado en Metru Nui. De algún modo era reconfortante saber que ningún Matoran se había vuelto loco y comenzado a eliminar a sus compañeros, incluso si esta explicación era un poco dudosa. Aún así, le daba algo que golpear.

Devastador era un tipo grande, probablemente cerca de una tonelada de músculo mecánico. Lo peor era su hábito de volverse arena y desaparecer en las grietas del piso, o lanzar maquinaria telequinéticamente. Se estaba volviendo molesto. Lhikan se había ofrecido a encargarse de los otros dos Cazadores y ahora parecía que el Toa de Fuego tenía el trabajo fácil.

¿Qué más es nuevo? Pensó Nidhiki, volviendo a ponerse de pie.

“Me gustas,” dijo el Toa, lanzando un mini-ciclón a su enemigo. “No hablas. Hay tantos de ustedes que te sacan los oídos hablando cuando pelean. Debe ser porque todo el resto del tiempo, sólo pueden hablar cuando se les dirige la palabra, ¿No?”

Devastador gruñó y usó sus poderes mentales para derribar un muro sobre Nidhiki. El Toa de Aire lo esquivó ágilmente, agarró una viga y la lanzó contra su oponente. Devastador la atrapó en el aire y la dobló por la mitad.

“Lo que sea que te estén dando para alimentarte, llevaré un tarro,” murmuró Nidhiki.

El Cazador Oscuro presionó su ataque. Nidhiki esquivó y devolvió los golpes donde pudo, siempre corriendo. “Fue una tierna idea, esa cuenta regresiva con Matoran muertos. ¿O se le ocurrió a alguien más? El pensar mucho no es realmente tu estilo.”

Nidhiki esperaba ver la ira en los rasgos de Devastador, o tal vez incluso lo que pasaba por una sonrisa en un Cazador Oscuro. No se esperaba lo que obtuvo: una expresión de completa confusión que duró al menos dos segundos antes de dar paso a la rabia.

¿Qué fue eso? Pensó el Toa.

Devastador lanzó unas cuantas piezas más de chatarra – nada que Nidhiki no pudiera esquivar con facilidad, pero simuló haber sido alcanzado. Cuando Devastador se acercó para terminarlo, Nidhiki le lanzó un ciclón. El Cazador Oscuro lo evadió convirtiéndose en arena y lanzándose hacia una grieta del pavimento, pero Nidhiki ya lo había anticipado. Había lanzado un segundo ciclón a un charco de protodermis cercano y creado un chorro de agua, que usó para empapar a Devastador y transformar su arena en lodo. El Cazador hizo un esfuerzo por seguir luchando, pero Nidhiki tenía la ventaja y no iba a dejarla ir. Unos cuantos golpes bien dados y todo acabó.

Entonces se apareció Lhikan. Había derribado a un Cazador Oscuro llamado Gladiador y a otro que tenía una especie de poder de camaleón. El Toa dijo que su oponente había aparecido como un Rahi amarillo de un solo ojo, pero Lhikan no tenía idea de a quién estaba intentando parecerse.

“Estos son todos,” dijo el Toa de Fuego. “Terminó.”

“¿Estás seguro?”

“Gladiador y yo tuvimos una… charla,” contestó Lhikan. “Estoy seguro.”

“¿Vas a decirle a Tuyet que ya puede salir?”

Lhikan miró a Nidhiki. Había algo raro en su tono de voz, como si estuviera preocupado. “Sí,” dijo Lhikan. “Tengo que dejar a estos Cazadores Oscuros en algún lado hasta que decidamos qué hacer con ellos y ocuparme de unos cuantos trabajos prioritarios de Dume. Luego iré a Ga-Metru.”

“Entonces tal vez te vea allá,” dijo Nidhiki, alejándose. “Sí… tal vez.”

* * *

Le llevó más de lo que Lhikan esperaba el terminar sus tareas. Ya había caído la noche para cuando llegó a Ga-Metru. Nidhiki ya estaba allí, de pie con Toa Tuyet entre una multitud de Matoran. Había una Ga-Matoran tendida en el piso, inmóvil. Por la charca alrededor del cuerpo, Lhikan supuso que la habían sacado de un canal. En su mano estaba la ya familiar tableta de piedra con el nombre de Tuyet.

“¿Qué pasó?” preguntó, adivinando ya la respuesta.

“Fue horrible,” dijo Tuyet. “Oí un grito y un chapoteo… corrí… pero ya estaba muerta. Ahogada, con ese… ese terrible recordatorio en su mano.”

“Igual que los otros,” dijo Nidhiki, mirando a Lhikan a los ojos por un largo momento. “Dile cuándo pasó, Tuyet.”

“Hace sólo unos minutos,” dijo la Toa de Agua.

“Pero eso es –” comenzó Lhikan.

Nidhiki lo interrumpió. “Horrible, eso es lo que es. Pero no te preocupes, Tuyet, Lhikan y yo atraparemos a los que hicieron esto. Puedes contar con ello.”

* * *

Una hora después, la oscuridad total había caído sobre Metru Nui como en los espíritus de sus ciudadanos. Y esa noche nadie caminaba en una sombra más profunda que Lhikan.

Encontró a Tuyet en su residencia. Ella lo miró esperanzada. “¿Los encontraron? ¿Los detuvieron?”

Lhikan asintió. “Sí. No tienes… nada más de que preocuparte. Nidhiki y yo capturamos a los tres Cazadores Oscuros.”

Tuyet sonrió. “¡Eso es maravilloso! Entonces la cuenta regresiva se acabó… puedo volver a vivir. Ya no tengo que quedarme sentada en esta oscura cámara – podemos volver a compartir aventuras, igual que antes.”

Lhikan pasó a su lado. Antes de que ella pudiera reaccionar, el Toa hizo un agujero en un muro trasero y metió el brazo, para retirarlo con una resplandeciente piedra roja en la mano. “¿Compartiremos esto también? Ésta es la Piedra Nui, ¿No? ¿La que dijiste que no tenías?”

“¿Pero cómo –?”

“La piedra está llena de energía. La energía emite calor,” dijo Lhikan. “Cuando supe qué buscar, fue fácil. El calor es mi especialidad.”

Tuyet se levantó. A su favor, no parecía nerviosa o desconcertada. Era más fría que la mayoría de los Toa de Hielo que Lhikan había conocido, tenía que concederle eso.

“¿A qué te refieres con ‘supe qué buscar’? ¡Ni siquiera sé cómo llegó eso aquí!”

“Resulta que no sabías muchas cosas,” dijo Lhikan. “Por ejemplo, Nidhiki y yo capturamos a esos tres Cazadores Oscuros que te buscaban – pero fue esta mañana. Así que no podrían haber matado a una Ga-Matoran esta noche y dejado una tableta.

“Nidhiki me dijo que Devastador parecía confundido cuando le habló de la cuenta regresiva – así que comenzamos a preguntarnos si era porque realmente no tenía idea de qué estaba pasando. Él y los otros te estaban buscando, cierto, pero no eran ellos quienes estaban matando a los Matoran.”

Lhikan invocó un anillo de fuego para rodear a la Toa de Agua. “Eras tú, Tuyet.”

“¡Eso es ridículo!” saltó Tuyet, invocando una tormenta para apagar las llamas. “¿Te has vuelto loco, acusándome de algo como eso?”

“Los Cazadores Oscuros tenían razón. La Piedra Nui sí terminó en tu isla y tu sí la trajiste contigo cuando viniste. Ellos la querían y sabías que no se detendrían hasta que alguien los parara. Así que comenzaste esta cuenta atrás y nos pusiste a Nidhiki y a mí a buscarlos. Cuando no oíste nada de nosotros, asumiste que aún estaban libres, por lo que tuviste que seguir con la cuenta.”

El chorro de agua que golpeó a Lhikan salió de la nada y lo mandó a volar a través de la habitación. El impacto lo hizo soltar la piedra, pero ésta aterrizó dentro de una burbuja de agua que flotó suavemente de vuelta a Tuyet.

“Pensé que Nidhiki sería un problema, pero no tú,” dijo con aspereza. “Estas tan confiado, tan convencido de la pureza de un Toa. No creo que Nidhiki siquiera confíe en sí mismo. Mejor manténlo vigilado, Lhikan, él no traerá nada bueno.”

“¿Quieres decir como tú?” dijo el Toa de Fuego.

Tuyet rió. “¿Yo? Con las energías de esta piedra, me volveré la Toa más poderosa que jamás haya existido. Piénsalo – no más monstruos Rahi atacando, no más Cazadores Oscuros, y tal vez incluso elimine a la Hermandad de Makuta, sólo por diversión. Lo que la Liga de los Seis Reinos trató de hacer cuando estuvo activa, lo haré yo – imponer ley y orden sobre todo lo que viva.”

“Tu ley, y tu orden,” dijo Lhikan. “Ley construida sobre los cuerpos de Matoran muertos, orden construido sobre mentiras – nada bueno puede salir de eso.”

“Ese es tu problema, Lhikan,” se mofó Tuyet. “Siempre siguiendo las reglas. Siempre preocupándose de otros. ¿Alguna vez pensaste si podríamos hacer más bien si dejáramos de preocuparnos tanto de quién podría salir lastimado en el proceso?”

“El día que dejemos de preocuparnos de eso, nos volvemos parte del problema,” dijo Lhikan.

“No, no más problemas,” respondió Tuyet, posando su mirada en la piedra en su palma. “Voy a volverme la solución definitiva.”

Su mano se cerró sobre la piedra. Ésta comenzó a crujir, mientras un aura de energía escarlata la rodeaba. Lhikan lanzó una bola de fuego, pero ella la desvió sin siquiera mirarlo. Su poder ya estaba creciendo exponencialmente a cada momento que pasaba. En segundos, sería capaz de apagarlo como a una pequeña llama en una tempestad.

“¡No hagas esto!” gritó. “¡Recuerda lo que representamos! ¡Recuerda quién eres!”

“¡No me importa quién soy!” gritó Tuyet. “¡Lo que me importa es en quien voy a convertirme!”

La siguiente fracción de segundo fue una mancha borrosa. Hubo un sonido como de una montaña partiéndose en dos y luego la puerta voló a través de la habitación, chocando contra Tuyet. Nidhiki estaba de pie en la entrada, con un tornado girando a su alrededor.

“Hola, querida, ya llegué,” dijo el Toa de Aire.

Lhikan se levantó de un salto y se acercó a Tuyet, tratando de arrancar la piedra de sus manos. Ella lo lanzó a un lado y luego golpeó a Nidhiki con una ola que lo sacó de la cámara. Al siguiente instante su poder explotó, derribando toda la residencia.

Ante los sorprendidos ojos del Toa de Fuego, Tuyet comenzó a alzarse en una columna de agua. Subió cada vez más alto, hasta que pareció que podría tocar las mismísimas estrellas. Y estaba riendo, un sonido atronador y horrible que destrozaba las esperanzas y creencias de Lhikan como si no fueran más que frágiles cosas de cristal.

“Siempre supe que nos miraba por sobre el hombro, pero esto es ridículo,” dijo Nidhiki. “¿Estás dispuesto a helar sus planes?”

Lhikan no respondió. En su lugar, enfocó su energía en sacar todo el calor de la columna de agua sobre la que estaba Tuyet. Los efectos fueron inmediatos – el agua se volvió hielo. Antes que la Toa de Agua pudiera responder, Nidhiki había tomado una cañería hecha de protodermis metálica sólida, con la que hizo trizas el pilar de hielo.

Sorprendida y desequilibrándose, Tuyet soltó la piedra. Al perder el contacto con ella, sus nuevos poderes se desvanecieron de pronto, y el súbito shock de tal pérdida la aturdió. Ella cayó. La piedra cayó. Lhikan las observó a ambas, preguntándose a cuál – si es que a alguna – debería atrapar. Eligió a la Toa.

A Nidhiki esa elección le pareció bien. Él se ubicó bajo la Piedra Nui, listo para atraparla en el aire. Por el rabillo del ojo vio a Lhikan atrapar a Tuyet. La Piedra Nui se acercaba cada vez más… y entonces una ráfaga de fuego la alcanzó en el aire.

“¡No!” gritó Nidhiki, tratando de agarrarla. Pero su superficie estaba ardiendo y no pudo tocarla por más de un segundo. La piedra golpeó el suelo y se destrozó en un billón de pedazos, cuyo brillo rojo resplandeció y luego se desvaneció para siempre.

“¡Tú –!” chilló Nidhiki, enfurecido. “Estúpido, idiota – ¿Qué pasa contigo?”

Lhikan había rodeado a Tuyet con cadenas ardientes. Aunque no la tocaban, no podía moverse sin quemarse, y su calor era tal que cualquier humedad se evaporaba instantáneamente al hacer contacto. Con la destrucción de la piedra, el brillo rojo a su alrededor también se había desvanecido.

“Lo siento, Nidhiki. Fue error mío,” dijo Lhikan. “Al parecer he cometido muchos últimamente.”

* * *

Tuyet estaría confinada en el Coliseo mientras Dume y Lhikan trataban de decidir un castigo apropiado. A pesar de estar bajo guardia, ella desapareció durante la noche, y no se le volvió a ver jamás. Los reportes de que una gran criatura se había aparecido de pronto en su celda y luego se había teletransportado con ella habían sido considerados, a lo más, una ilusión.

Lhikan nunca descubriría qué le pasó a Tuyet, aunque el misterio lo atormentó toda su vida. Pero los prisioneros de La Gruta le dieron la bienvenida a una nueva compañera esa noche, una Toa que había cometido el imperdonable crimen de asesinar a aquellos que debía proteger.

Tuyet estuvo entre los prisioneros que perecieron cuando el Gran Cataclismo destrozó La Gruta. Hay algunos entre los que escaparon que sostienen que ella luchó junto a Hydraxon, tratando de impedir que los internos escaparan, mientras que otros insisten en que sólo estaba tratando de liberarse a si misma, mas no tuvo suerte.

Y como con tantas cosas en la vida, nunca se sabrá toda la verdad… y a aquellos que aún la recuerdan se les invita a creer lo que sea que les permita dormir con más tranquilidad por la noche.

Personajes[]

Trivia[]

  • Al escribir esta historia, Greg Farshtey incluyó una línea que explicaba por qué Keetongu fue erróneamente colocado en la portada de BIONICLE: Cazadores Oscuros
  • Esta historia fue escrita originalmente como un favor a Kelly McKiernan para ser incluida en una campaña de BZPower.

Véase También[]

  • Espejo Oscuro - Una historia de un universo alterno donde Tuyet gobierna un imperio Toa.


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