Nacimiento de un Cazador Oscuro es una historia corta escrita por Greg Farshtey que fue publicada en la primera edición de BIONICLE: Enciclopedia. Esta historia cuenta la historia de la traición de Nidhiki, siendo la versión desde el punto de vista de los Cazadores Oscuros narrada en Legado del Mal.
Toa Lhikan rondaba en silencio por las oscuras calles de Ta-Metru. La noche estaba completamente en silencio, como si su hogar adoptivo se hubiera convertido en una ciudad de muertos. Incluso las sombras parecían afectadas por el temor que se apoderó de Metru Nui.
Empezó a invocar una pequeña llama, luego se detuvo. Turaga Dume le había advertido acerca de no revelar su posición usando sus poderes. El enemigo rastrearía el origen de la llama, y si llegara a ser capturado muy lejos del Coliseo... bueno, ya había visto lo que había quedado de otros Toa que habían sido descuidados.
Te puedes permitir un error o dos contra una bestia Rahi, se recordó a sí mismo. Pero no contra estos oponentes. Todo lo que necesitan es la más mínima oportunidad, y... -
Un sonido venía desde arriba - metal raspando contra piedra, sin duda provenía de uno de los tejados. ¿Una emboscada? Los Cazadores Oscuros eran más que capaces de eso - y peor. Lhikan activó su Máscara del Blindaje, creando un campo de fuerza alrededor de si mismo, y preparo sus Grandes Espadas de Fuego. Quién sea - o lo que sea - que estaba tras de él se llevaría una sorpresa.
Una máscara familiar apareció por sobre el borde del techo de la fundición. "Tranquilo, hermano. ¡Soy yo!"
Toa Nidhiki saltó y aterrizó al lado de su compañero. Su armadura esmeralda estaba llena de cicatrices de innumerables batallas. "¿Caminatas nocturnas, ahora?", Susurró. "¿Qué te sucede, la guerra no te da suficiente ejercitación?"
"Se suponía que debías permanecer en el Coliseo, con los demás", respondió Lhikan.
"Me aburrí. Además, seis Toa para proteger a un Turaga deberían ser suficiente."
"No si estoy en lo correcto," dijo Lhikan, con una expresión sombría. "No, si él ha sido blanco de quien creo. Media Legión podría estar en ese edificio, y aún no estaría a salvo."
Debajo de su Máscara Kanohi de la Discreción, Nidhiki tenia una sonrisa. "Te preocupas demasiado, hermano. Siempre lo has hecho. ¿Recuerdas cuando la parte superior de todas esas Torres de Conocimiento de Ko-Metru se estaban haciendo pedazos? Tu estabas seguro de que el Dragón Kanohi había regresado, Resultaron ser unos Murciélagos de Hielo con mala actitud".
"Entonces hazme sentir mejor", dijo Lhikan. "Iré hacia el oeste y daré algunas vueltas. Tú ve hacia el norte. Usa tu máscara, mantente fuera de vista, y por el amor de Mata Nui, si ves Cazadores Oscuros, ve por ayuda esta vez".
"Le quitas toda la diversión a la violencia constante, Lhikan," se rió entre dientes Nidhiki, ya desvaneciéndose en las sombras.
Toa Nidhiki vagaba por las amplias avenidas de Ga-Metru, antiguos templos y escuelas y canales. De todos los Metru en la ciudad, esta era el que menos le gustaba. Parecía tan limpio y ordenado. Daba la sensación de que si un poco de agua se derramaba en la calle, llamarían a una media docena de patrullas Vahki y declararían un estado de emergencia en todo el Metru.
Hacía tiempo que había desactivado su Máscara de la Discreción, lo que le permitía viajar como un fantasma, apenas visible y completamente silencioso. A pesar de lo eficaz que era la máscara, le resultaba desconcertante no ser capaz ni de oír sus propios pasos. Lhikan habría llamado a su actuar "correr un riesgo innecesario." Pero Nidhiki tenía serias dudas de que cualquier Cazador Oscuro pudiera ser sorprendido en este pozo de Metru tan decente, de perfecta imagen, y de cielos azules
Algo se escabulló entre las sombras a su derecha. Se sobresaltó un poco al ver a una araña de tubos en su cacería nocturna. Era algo que nunca admitiría a su hermano Toa, pero Nidhiki siempre había tenido un disgusto enfermizo por las arañas de tubos, Nui Jaga, Nui Rama... realmente cualquier cosa insectoide. Si fuera por él, Metru Nui habría sido purgado de todas las cosas que se arrastran con múltiples patas hace mucho tiempo.
Nidhiki esperó hasta que la araña estuviera fuera de vista antes de seguir adelante, con un poco más de cautela que antes. Fue sólo ese poco más de cautela que le permitió detectar la figura que se movía de sombra en sombra. Era la primera vez que veía a alguien que parecía tan a gusto en las sombras como él. Intrigado, la siguió.
Hay dos cosas que rápidamente se hicieron evidentes. La primera era que su presa no era un Toa - no llevaba máscara Kanohi y era demasiado buena en no ser vista ni oída deslizándose a través de la noche. Los Toa, como regla general, no eran muy buenos moviéndose a escondidas. Iba en contra de su imagen de ser héroes orgullosos y muy públicos. Nidhiki era una excepción a esa regla. De donde él venia, los Toa atacaban desde las sombras o no vivían mucho tiempo.
El segundo era su destino. Ella iba en vía directa al suroeste, hacia el Coliseo. Normalmente, Nidhiki no se habría preocupado, no con la seguridad alrededor de ese lugar. Pero ¿Y si este Cazador Oscuro era lo suficientemente bueno para colarse dentro, y luego hacer quién sabe que a Turaga Dume?
Nidhiki se detuvo, desenganchó el avantrén de su guadaña, y apuntó a donde ella se movería, no donde estaba. Luego disparó una delgada y concentrada ráfaga de viento con la fuerza de un huracán a su objetivo.
Ella nunca volteó. Nunca gritó. Ella simplemente se hizo a un lado como si él le hubiera arrojado suavemente una bola Kodan, aterrizó en silencio, y se volteó en su dirección. Su sonrisa era un desafío.
"Aprecio la pequeña brisa", dijo en voz baja. "Cazar es un trabajo acalorado".
"Entonces tal vez necesites algo un poco más escalofriante", respondió. Esta vez atacó con poder elemental desde ambos lados de su herramienta, rodeándola. Para su sorpresa, ella dio una voltereta, perfectamente evadió ambos ataques. Antes de que siquiera pusiera sus pies en tierra, ya había lanzado dos dagas hacia él. Una pasó silbando al lado de su máscara, mientras que la otra rebanó la armadura de su hombro derecho mientras volaba.
"Supongo que no enseñan a esquivar en el entrenamiento Toa", dijo la mujer Cazador Oscuro. "No es de extrañar que tu ciudad esté cayendo".
Nidhiki miró el nuevo corte en su armadura esmeralda y luego a su enemiga. Ella había fallado a propósito, estaba seguro. Con su puntería, si hubiera querido matarlo, ya estaría muerto.
"No es mi ciudad", respondió. "Sino, un lugar que estoy protegiendo de igual manera."
"Oh. ¿Una cuestión de honor?"
Nidhiki hizo una pausa antes de contestar. "Digamos que no hay ofertas mejores."
Apartó los ojos de ella durante una fracción de segundo para preparar su guadaña. Cuando volvió a mirar hacia arriba, ella se había ido, se desvaneció como una nube de humo en el viento de la noche. Nidhiki quedó completamente inmóvil, ni siquiera respiraba, con las piernas tensas y listas para saltar. Como un veterano de miles de combates, sabía que no debía entrar en pánico. Sin saber dónde estaba, cualquier movimiento que hiciera podría ser el equivocado. Mentalmente activó su máscara y desapareció entre las sombras.
"Oh, eres bueno".
Su voz venía de arriba. Ella estaba encaramada entre los tubos, observando. Era un escondite perfecto - un viento lo suficientemente fuerte como para hacerla soltarse derribaría el tubo sobre su cabeza, mientras que subir tras ella sería poco menos que suicida.
"Podría matarte ahora, Toa", continuó. "Pero ya he llenado mi cuota de hoy. Así que sólo voy a dejarte aquí e ir acabar con su precioso Turaga. Si tienes miedo a la oscuridad... bueno, probablemente deberías tenerlo."
Nidhiki guardó silencio, hasta que otra daga se clavó en la pared detrás de él.
"No te quedes callado por mi culpa", dijo la Cazador Oscuro. "Sé dónde estás. Puedo oler tu miedo."
El Toa se forzó a calmarse. Había estado en situaciones difíciles antes y había hablado para escapar de ellas. Esta era sólo una más. "Nunca lo lograrás. Está muy bien protegido".
"Mírame. A menos que... ¿Tengas un plan mejor? "
"Estamos en lados opuestos, ¿recuerdas?"
"No tiene por qué ser así." Su voz estaba por encima y detrás de él ahora. Se dio la vuelta, pero todavía no podía verla. "¿Con cuántos Toa comenzaron? ¿Cien? ¿Doscientos? Y ¿cuántos les quedan, tal vez unas pocas docenas? Los Cazadores Oscuros tienen la mitad de la ciudad, y pronto tendremos la otra mitad. Cuando se acabe, serás sólo una máscara más en el montón."
Las palabras lo golpearon duro. En los meses transcurridos desde que Turaga Dume había negado a los Cazadores Oscuros hacer una base en Metru Nui, innumerables Toa habían caído. La mayoría fueron derribados desde las sombras, sin saber nunca que su enemigo estaba allí. Oh, hubo algunas victorias - Nidhiki había derrotado a más enemigos de los que pudiera contar, y Lhikan valía seis Toa en batalla - pero todos sabían que los números estaban en su contra. Era sólo una cuestión de tiempo.
"Si quieres morir, estaré más que feliz de hacerlo", agregó. "Pero si quieres vivir... se puede hacer un arreglo."
Un buen rato pasó. Luego Nidhiki bajó su guadaña. Un segundo después, la cazador oscuro conocida como Lariska descendió al suelo frente a él. Todavía tenía sus dagas en la mano. "El Sombrío - mi empleador - siempre está buscando nuevos talentos", dijo. "Ayúdanos a capturar el Coliseo y podrás decir tu precio."
Entonces Nidhiki comprendió el impacto total de lo que iba a hacer. Si traicionaba a los Toa, su nombre pasaría a la infamia... ¿Lo haría?
¿Quién lo iría a decir?, se preguntó. Todos los Toa estarán muertos. ¿Matoran? Creerán lo que les digamos que crean. ¿Y los Cazadores Oscuros? Cierto, como si alguien fuera a creerles a ellos.
"Metru Nui," dijo con firmeza. "Te doy a Dume, Lhikan, y el resto, y me das la ciudad para gobernarla. Ese es mi precio, tómalo o déjalo."
Lariska sonrió. "En realidad, creo que mis opciones son tomarlo o matarte donde estás. Pero dejaré que pase. Encuéntrame aquí mañana por la noche - Te daré una respuesta."
El día siguiente, duró una eternidad. Nidhiki pasaba el tiempo deambulando por la sala del Coliseo, imaginándose a sí mismo en control de todo. De vez en cuando, sentía una pequeña punzada de culpa por lo que estaba a punto de hacer. Pero luego se recordó a si mismo que era culpa de Dume, y de los otros Toa, por siquiera pensar que tenían una oportunidad contra los Cazadores Oscuros.
Como se acercaba la puesta de los soles gemelos, se le acercó Lhikan. "Nidhiki, ahí estás. Hay un barco que viene desde el sur, con suministros. Te necesito para recibirlo."
"Claro", respondió Nidhiki, agradecido por tener una excusa para escaparse. "No se puede resistir un asedio hasta el final, sin suministros, ¿verdad?"
Se fue antes de que Lhikan pudiera contestar.
"Es un trato", dijo Lariska. "Mañana llevarás a Lhikan y a la guardia del Coliseo al Cañón de los Susurros Eternos en Po-Metru. Estaremos dispersos en las cuevas y colinas. Una vez que se acabe, terminaré con Dume personalmente... y la ciudad será tuya, Nidhiki. ¿Qué planeas hacer con ella?"
Nidhiki se sentó en un banco y estiró las piernas. "Tal vez deberías quedarte, Lariska, y descubrirlo".
La información de Nidhiki golpeó el Coliseo como un rayo. Los Cazadores Oscuros habían establecido un campamento base en un cañón de Po-Metru. Todas sus operaciones se estaban coordinando desde allí. Un ataque rápido y la guerra habría terminado.
"Pero necesitaremos a todos los Toa que podamos reunir", dijo a Lhikan. "No podemos permitirnos perder esta oportunidad por dejar a algunos para proteger el Coliseo."
Lhikan miró a Dume. El Turaga asintió con la cabeza. "Nidhiki dice la verdad. Puede que nunca tengamos una oportunidad como esta de nuevo."
"Muy bien", dijo Lhikan. "Voy a reunir a la guardia. Y partiremos de inmediato."
Menos de quince minutos después, estaban en marcha, más de un centenar de Toa encabezados por Lhikan y Nidhiki. Nubes de polvo se levantaban bajo sus pies blindados mientras viajaban caminando senderos bien transitados a través de Po-Metru. Cada uno de ellos había perdido a un hermano o una hermana Toa en esta guerra, y todos querían que terminara. Pero no antes de que hicieran que los Cazadores Oscuros pagaran totalmente por sus crímenes.
Lado a lado, entraron en el Cañón de los Susurros Eternos. El ruido de sus pasos resonaba una y otra vez. El sol cocía la roca estéril por cuanto alcanzaba la vista. Unos pocos Rahi voladores se abalanzaron y se sumergieron en el cielo brillante. De un campamento de Cazadores Oscuros, no había ni rastro.
"¿Dónde está?" reclamó Lhikan, dirigiéndose a Nidhiki. "Dijiste que la guerra podría terminar hoy".
"Y así será", dijo el Toa del Aire. A su alrededor, Cazadores Oscuros salieron desde sus escondites, con sus armas apuntando contra los héroes reunidos. "Lamento que tuviera que ser así, hermano."
Lhikan negó con la cabeza. "Ni la mitad de como yo lo lamento... y no vuelvas a llamarme 'hermano'".
El Toa del Fuego disparó su arma hacia el cielo. De repente, Toa se levantaron desde lo alto de las paredes del cañón, una docena, cien, doscientos, y más aún. No dijeron nada, sólo apuntaron sus herramientas contra los ahora rodeados Cazadores Oscuros. Los Cazadores eran ahora la presa, y miraron a Lariska para recibir instrucciones. Ella evaluó las probabilidades, se encogió de hombros, dejó caer sus dagas y se levantó.
"Muy bien", le dijo a Nidhiki. "Me engañaste."
Lhikan empujó a Nidhiki hacia las líneas de los Cazadores Oscuros. "No te engañó. Aunque desearía que lo hubiera hecho."
"¿Cómo lo sabes?", Preguntó el Toa del Aire a su antiguo amigo.
"La otra noche. El barco que transportaba suministros," dijo Lhikan. "Te fuiste sin preguntar dónde anclaría. Fui tras de ti para darte la información, y tropecé en tu reunión con tu mortífera nueva amiga."
"¿Y todos estos nuevos Toa?"
"Los 'suministros' que se nos prometió desde el sur. Con los ojos y oídos de los Cazadores Oscuros en todos lados, Dume y yo pensamos que mejor sería no hablar de los refuerzos en voz alta. Una vez que supe lo que estabas planeando, les ordené esperar aquí para preparar nuestra propia trampa."
"¿Y ahora qué?", Preguntó Lariska. "¿Nos harán marchar a todos nosotros hacia el mar?"
El Toa del Fuego encontró su mirada, sus ojos fríos. "Un mensajero fue enviado a El Sombrío, incluso antes de que llegaran al cañón. Se les permitirá marcharse de la misma manera que llegaron, siempre y cuando los Cazadores Oscuros dejen Metru Nui y no vuelvan nunca más." Se volteó y señaló a Nidhiki. "Comenzando por él."
La expresión de Nidhiki fue de incredulidad. "¿Irme con ellos? Pero yo soy un Toa, Lhikan. ¡Soy tu hermano en armas!"
Lhikan le dio la espalda al traicionero Toa del aire. "No. No, no lo eres. Has perdido el derecho a llamarme "hermano" cuando nos traicionaste a todos. ¡Fuera, Nidhiki - de mi vista y de esta ciudad. Sal antes de que te mate!."
Nidhiki se sentó en un banco, mirando el entrenamiento de un equipo de Cazadores Oscuros. Su misión era penetrar en una isla fuertemente defendida y robar una piedra conocida como Makoki. No sabía todos los detalles, pero al parecer El Sombrío tenía la intención de dividir la roca en seis pedazos y así conseguir seis veces más ganancias por recuperarla de nuevo.
El escuadrón de Cazadores Oscuros era, en su mayoría, profesional y eficiente. Superaron y sortearon todos los obstáculos que Nidhiki había instalado, y eliminaron eficazmente a los muñecos de entrenamiento que aparecieron. Todos ellos, es decir, a excepción de un gran bruto azul que carecía de cualquier atisbo de gracia, estilo, o sigilo. Después de verlo derribar una barrera por la cual se suponía debía deslizarse silenciosamente por debajo, Nidhiki había visto suficiente.
"¡Krekka!", Espetó. "Acabas de despertar a todos los Toa a kios a la redonda. Un Toa del Fuego vio a tu equipo y estás a punto de ser el invitado de honor en un horneado de Cazadores Oscuros. ¿Qué vas a hacer?"
El Cazador Oscuro de color azul oscuro reflexionó durante un tiempo muy largo. Luego sonrió y dijo alegremente, "¿Aplastarlo?"
"Él está allá arriba", dijo Nidhiki, apuntando a una fortaleza inexistente. "Tú estás aquí abajo".
Krekka levantó la vista hacia donde le indicó su instructor, pero no vio nada. "Él no está ahí arriba. ¿Ha escapado?"
"No, pero ¿por qué tú no?"
"Porque me gusta estar aquí."
Sin decir una palabra, Nidhiki se marchó. Ya era hora de que él y El Sombrío tuvieran una charla.
"Están listos.", reportó Nidhiki. "Todos ellos excepto el tonto azul. Déjelo aquí, envíeme a mí, y le traeremos su roca. Lo prometo."
El Sombrío sonrió, pero no levantó la mirada. "Y todos sabemos cuanto valen sus promesas, ¿no es así, 'Toa' Nidhiki?"
Nidhiki se abstuvo de decir lo que le vino a la mente. Había visto cómo El Sombrío lidiaba con la insubordinación. En lugar de eso, intentó un medio diferente. "Yo sé cómo piensan los Toa. Sé cómo intentarán defender la piedra. Yo debería ir en esta misión."
"Su conocimiento de sus antiguos aliados le hace demasiado valioso como entrenador para mí como para arriesgarme a perderlo", dijo El Sombrío, ni siquiera tratando de sonar convincente. "Krekka va. Tú te quedas."
Nidhiki sintió la furia creciendo dentro de él. En los seis meses desde que había llegado a la isla de El Sombrío, no había hecho más que ayudar a preparar a otros Cazadores Oscuros para las misiones, pasear entre las rocas, y quedarse mirando el océano. Si hubiera tal cosa como un Toa del Aburrimiento, él sería ese. Y ahora ser superado por esa descomunal y torpe masa de músculos - era demasiado.
"Es un tonto", dijo con los dientes apretados.
Eso llamó la atención de El Sombrío. Fijó su vista en Nidhiki y se levantó en toda su estatura. Su voz sonaba como el hielo molido. "Y tú eres un traidor. Le diste la espalda a tus ideales, tus amigos, tu ciudad, todo para salvar tu pellejo sin valor. ¿Por qué crees siquiera que confiaría en ti, Nidhiki?"
El Toa del Aire no tenía nada que decir. Después de todo, El Sombrío estaba en lo correcto. Se había vuelto contra todos los que confiaron en él. Los Toa no lo querían, y los Cazadores Oscuros sólo lo utilizaban por su conocimiento. No pertenecía a ninguna parte.
"Pero... Yo no desaprecio tus talentos", continuó el Sombrío. "Así que tal vez tengas razón - quizás sirvas mejor a nosotros en el mundo más allá de esta isla. ¿Asumo que sólo querrás las misiones más peligrosas? "
Nidhiki sonrió, apenas pudiendo creer que El Sombrío había llegado a acercarse a su forma de pensar. "Esas son las que tienen la mayor recompensa."
"En efecto. Demasiado peligrosas para que cualquier Cazador Oscuro las realize solo, sin embargo. Necesitaras un compañero. Afortunadamente, el indicado para el trabajo está esperando fuera de mi cámara."
Nidhiki se dirigió a la puerta, seguro de que sabía con quien se iba a encontrar. Él y Lariska habían sido compañeros cercanos desde el desastre en Metru Nui. No habría nadie mejor para hacer equipo con él.
La puerta se abrió. Nidhiki empezó a decir su nombre... y entonces el sonido murió en su garganta. De pie en la puerta... de hecho, tan grande que había roto el pasillo... se encontraba Krekka.
"Cuéntame el plan denuevo."
Krekka empezó a responder, pero se detuvo, como si el pensamiento en su cabeza hubiera volado lejos como un pájaro Gukko hambriento. Él parecía perdido por un momento. Entonces, de repente se iluminó al recordar lo que Nidhiki quería oír.
"Llegamos allí. Me callo y trato de verme aterrador. Cuando encontremos el lugar, yo derribo la puerta. Tú entras. Yo me quedo afuera".
"¿Por qué?", Preguntó Nidhiki.
"Porque tú lo dijiste."
"¿Entonces qué?" Esta era la cuarta vez que Nidhiki hacía a Krekka recordar el plan de principio a fin, y igualmente lo haría cuatro veces más si tuviera que hacerlo.
"Tu haces pedazos el lugar y luego sales. Nos vamos y volvemos aquí. Entregas las armas a El Sombrío y yo mantengo mi boca cerrada, y... y..."
Nidhiki frunció el ceño. "Y nadie sale herido."
"¡Ah, cierto!", Dijo Krekka. "Siempre olvido esa parte."
Era un trabajo bastante sencillo. Unos Matoran en una isla cercana habían desarrollado un nuevo tipo de lanzador. Nadie sabía exactamente lo que se supone que dispararía, pero El Sombrío lo quería de todos modos. Supuestamente, había sólo unos pocos modelos en existencia. Una vez que fueran robados, el equipo utilizado para crearlo sería hecho pedazos, pasaría un tiempo antes de que más pudieran ser construidos.
Había problemas, por supuesto. Había un Toa en la isla, pero Lariska había acordado adelantarse y crear una distracción. Los Matoran pusieron guardias alrededor de su pueblo, pero no cubrían un punto de acceso, lo que implicaba una escalada por un acantilado. Supusieron que nadie podría subir por ahí.
Nunca habían conocido a Krekka.
El gigante azul oscuro dio un puñetazo en el lado del acantilado, creando un asidero al instante. Empezó a subir, haciendo agujeros en la roca, mientras lo hacía. Nidhiki venía detrás de él. Estaban a mitad de camino cuando Nidhiki se dio cuenta de que algo iba muy mal.
"Espera un minuto, Krekka", dijo. "¿Pensé que Lariska había dicho que podías volar?"
Krekka respondió con su habitual mirada de perplejidad. Entonces asintió con la cabeza vigorosamente. "Oh, eso es cierto, Lo olvidé".
Si lo tiro de este precipicio, nadie lo sabría nunca, Nidhiki refunfuñó para sí mismo. Y yo tampoco, lamentablemente El Sombrío dirá que yo soy responsable de su seguridad.
Krekka se dirigió rápidamente hacia la puerta de la armería y la derribó con un golpe. Entonces él obedientemente se detuvo, dio media vuelta, y permitió que Nidhiki entrara solo.
Los lanzadores fueron fáciles de encontrar. Había tres de ellos, pero Nidhiki agarró solo uno para llevarlo de regreso a la isla de El Sombrío. Luego cavó un hoyo en el suelo rocoso del edificio y puso los otros dos en el interior. Nadie iba a pensar buscar objetos robados en el mismo lugar de donde fueron robados - y ahora que Nidhiki sabía dónde estaban, podría volver y agarrarlos en cualquier momento. Después de todo, podría tener un uso para ellos un día el cual El Sombrío no aprobaría.
Estaba empezando a llenar el agujero cuando la sombra de Krekka le cayó encima. "¿Qué estás haciendo?", Preguntó el gigantesco Cazador Oscuro.
"¡Te dije que te quedaras afuera!"
"Acabo de recordar, Sombrío dijo que tengo que estar contigo todo el tiempo durante un trabajo.", Respondió Krekka. "¿Qué estás haciendo, Nidhiki?"
"¿Qué te parece que estoy haciendo? Escucha, Krekka, vamos a llevar uno devuelta a El Sombrío, y luego vamos a quedarnos los otros dos para nosotros. ¿No te gustaría un nuevo juguete para jugar? "Krekka sacudió su cabeza. "Sombrío dijo que todo iba a él. Nada se queda."
"Krekka -"
"¡Sombrío dijo que no!", dijo Krekka, golpeando su puño contra la pared. El edificio entero se sacudió, pudiendo venirse abajo sobre ellos. Peor aún, el volumen de su voz atrajo la atención de los Matoran. Nidhiki podía oír guardias viniendo en su dirección. Le habían dicho que se asegurara de que la participación de los Cazadores Oscuros en este robo fuera mantenida en secreto, y esto estaba ahora en peligro.
"Muy bien", dijo Nidhiki, recogiendo los tres lanzadores y deseando poder usarlos en Krekka. "Pero sólo porque lo pediste tan amablemente."
Nidhiki vio por primera vez a la extraña caminando por el patio de piedra de la fortaleza de El Sombrío. Alta, poderosa, con una armadura de color negro azabache, se movía como una serpiente, sus ojos se movían rápidamente de izquierda a derecha. Ella era nueva, y cualquier cosa nueva en la isla siempre era de interés para él.
"Yo no lo haría", dijo Lariska. Ella había aparecido a su lado sin que él jamás se diera cuenta de que se encontraba cerca. "Ella es un problema".
"¿De qué tipo?"
"Ella quiere que la entrenen como Cazador Oscuro, y está dispuesta a pagar. Pero no se unirá. Dice tener sus propios planes. Así que El Sombrío le está dando un par de horas para cambiar de idea, luego, será enviada de vuelta de donde vino".
"Y ella necesita nuestra habilidad - sus planes incluyen robo, asesinato y traición", murmuró Nidhiki. "Tal como me gusta pasar las tardes."
Antes de que Lariska pudiera detenerlo, ya estaba en camino para saludar a la recién llegada.
"Fuera de mi camino."
Nidhiki no se movió. Había descubierto que el nombre de la recién llegada era Roodaka, pero no mucho más acerca de ella. Sin embargo, podría hacer algunas suposiciones y la mejor manera de confirmarlas era cara a cara. Si puedes llamar 'cara' a lo que ella tiene, observó.
"Solo trato de hacer que te sientas bienvenida", dijo tranquilamente. "Es una muy acogedora isla la que tenemos aquí. Fuertemente defendida, hogar de varios cientos de asesinos, e infaliblemente letal para los intrusos, pero acogedora."
Roodaka empezó a empujar pasando de él. "No tengo necesidad de amigos".
Nidhiki la bloqueó de nuevo. "Entonces, ¿qué tal un socio de negocios? Escucha - Llevo atrapado en esta roca más de un año ya. Las únicas veces que salgo es cuando me envían a hacer algún encargo, junto con un tonto babeante. Quiero salir de aquí."
"¿Y esto cómo me concierne?"
"Estás buscando ser contratada por alguien, o ya estás trabajando para ellos", respondió Nidhiki. "Alguien que necesita seres con mi clase de talento. Preséntame. Si entro, veré que seas recompensada."
Roodaka asintió con la cabeza. Cuando habló de nuevo, fue en un tono conspirativo. "¿Y qué hay con El Sombrío, y los otros Cazadores Oscuros?"
Nidhiki se encogió de hombros. "Seguirán haciendo lo que hacen. Estoy destinado a cosas más grandes. Yo era - yo soy - un Toa. Debería estar pasando de islas insignificantes como estas, no estar trabajando en ellas." La alta figura de color oscuro sonrió. "Creo que podemos hacer negocios juntos. Nos vemos en el muelle en plena oscuridad. Concluiremos nuestro acuerdo entonces."
A la medianoche se encontraba Nidhiki de pie frente a la orilla del agua. La isla estaba en silencio, similar a como estaba Metru Nui hace un año atrás, la noche que conoció a Lariska. Él no le había dicho sobre su reunión con Roodaka o sus planes de dejar la isla. Ella no lo habría entendido. Era una Cazador Oscuro, por profesión y por naturaleza. La idea de que en alguna parte de su corazón, él todavía se veía como un Toa habría sido ridícula para ella.
Ella era de muy poca visión, decidió. Su horizonte llegaba a las fronteras de la isla. Él todavía tenía el aspecto delgado, poderoso de un Toa. Todavía tenía los poderes de un Toa. Todo lo que tendría que hacer sería encontrar una isla donde nunca habían oído hablar de Lhikan o Dume o Metru Nui, y la población se alinearía para darle la bienvenida. Todo lo que quisiera sería suyo, y tal vez... tal vez incluso podría ser un héroe otra vez.
Después de todo, aún luzco como uno, se recordó. Por supuesto, eso no importará si Roodaka no aparece pronto.
Se quedó mirando hacia el océano, preguntándose acerca de su pasado y su futuro. Recordó la primera vez que vio Metru Nui. Fue el día en que él y un puñado de otros Toa llegaron en respuesta a una petición para ayudar a combatir al Dragón Kanohi. Eran extraños entre sí, pero hermanos de todos modos - todos ellos compartían las responsabilidades y los riesgos de ser Toa. Era un vínculo especial, nada como lo que los Cazadores Oscuros compartían. Y, para sorpresa y desaliento de Nidhiki, se encontró con que lo había perdido. Claro, tal vez en realidad no eran sus amigos... tal vez fueron demasiado rápidos para volverse en su contra, en lugar de tratar de entender por qué hizo lo que hizo... tal vez ellos no podían ver más allá de sus celos y resentimiento al único Toa lo suficientemente inteligente para cuidar de sí mismo.
Si no fuera por mí, aún seguiría la guerra, se recordó. El Sombrío estaría sentado en el Coliseo en estos momentos. Pero, ¿obtengo gratitud? No, soy exiliado. Bueno, voy a encontrar un lugar donde se necesite un Toa, y no sean tan exigentes con ese tipo de cosas. Y si Lhikan o uno de los héroes de Metru Nui trata de quitármelo, voy a hacer que lamenten el día en que se pusieron una Kanohi. Todo lo que necesitamos es que Roodaka me ayude a conseguir lo que merezco...
Hilanderos de Rhotuka, al ser energía pura, hacen muy poco ruido al volar. Incluso si el que lanzó Roodaka lo hubiera hecho, Nidhiki nunca lo hubiera escuchado por sobre el ruido de sus propios pensamientos. Lo único que conocía era el dolor en negro cuando lo impactó, el mundo dando vueltas delante de sus ojos, la sensación extraña de sus músculos cambiando, alterándose, convirtiéndose en algo extraño.
Duró seis segundos. Para Nidhiki, duró una eternidad. Cuando todo terminó, por fin, caminó... no, no estaba caminando, al menos no como antes... a la orilla del agua. Todo lo que podía ver eran las oscuras olas.
"Déjanos ayudarte." Era la voz de El Sombrío. Un momento después, toda la playa estaba bañada en la luz de las antorchas. Y ahora Nidhiki pudo ver su reflejo en el agua.
Gritó por un muy largo tiempo.
Roodaka observaba con diversión como Nidhiki trataba de dominar su nuevo cuerpo. Fue dando tumbos por la arena, tratando de moverse como un Toa, pero era un prisionero de la forma monstruosa que su hilandero de mutación le había dado. Ella se volvió hacia el Sombrío.
"¿Puedo asumir que he comprado mi entrenamiento?", Preguntó.
"Definitivamente," El Sombrío respondió. Pensó de nuevo en lo increíble que sus poderes parecían ser. La cabeza de Nidhiki y sus brazos habían cambiado su forma. Lo más grotesco de todo, la parte baja de su cuerpo ahora se parecía a la de un enorme, insecto de cuatro patas. El espectáculo era demasiado, incluso para algunos de los Cazadores Oscuros reunidos. Lariska ya había huido de regreso a la fortaleza.
"En realidad deberías haberlo sabido", dijo El Sombrío a Nidhiki. "Roodaka quería algo de mí. Trató de utilizar el informarme de su conversación para comprarlo, pero yo insistí en más. Si tu aún seguías engañándote a ti mismo con que podrías volver a ser un Toa, que podrías lavar la mancha de la traición de tu espíritu tan fácilmente, te arrancaría ese sueño de una vez por todas."
El Sombrío se echó a reír, un sonido duro y áspero. "Eres un monstruo, Nidhiki. Los Matoran al verte correrán gritando. Nunca serás aplaudido, ni serás admirado, nunca serás aclamado como un salvador por las multitudes. ¿Qué eres ahora? ¿Un Toa de las pesadillas? ¿Un héroe, Nidhiki, o un horror? No, creo que descubrirás que tu lugar es ahora y para siempre, con los Cazadores Oscuros. ¿Con quién más podrías estar?"
Los ojos de Nidhiki ardían con odio. El Sombrío no les prestó atención. En su lugar, él simplemente sonrió y puso una mano sobre el hombro del ex-Toa.
"Es irónico, de una manera", dijo el líder de los Cazadores Oscuros. "Su amigo Lhikan podría haber terminado con su miseria, pero eligió no hacerlo. No hay duda de que pensaba que estaba haciéndole un favor cuando le permitió marcharse, sano y salvo, con nosotros." El Sombrío dio media vuelta y se alejó, diciendo: "Algún día, deberías darle las gracias adecuadamente."
Uno por uno, Roodaka y los otros se fueron. Nadie dijo una palabra de luto por el Toa que acababa de morir... y nadie dijo una palabra de bienvenida para el Cazador Oscuro que acababa de nacer.
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